Lorenzo Quinn

El artista italiano contemporáneo Lorenzo Quinn es un escultor figurativo de vanguardia, cuyo trabajo está inspirado en maestros como Miguel Ángel, Bernini y Rodin. Su obra se ha expuesto en todo el mundo y tanto su arte monumental público como sus piezas más pequeñas e íntimas transmiten su pasión por los valores eternos y las emociones auténticas. Por lo que mejor se le conoce es por sus recreaciones expresivas de manos humanas. “Yo quería esculpir la que se considera la parte más difícil y más compleja del cuerpo humano a nivel técnico”, afirma. “La mano tiene tanto poder: el poder de amar, odiar, crear, destruir.”

Nacido el 7 de mayo de 1966 en Roma, hijo del actor mexicano-estadounidense Anthony Quinn y su segunda esposa, la diseñadora de vestuario Iolanda Addolori, Lorenzo Quinn pasó su infancia a caballo entre Italia y Estados Unidos. Su padre ejerció una profunda influencia sobre él, tanto en lo que se refiere a ser el centro de atención en el mundo del cine como a los primeros trabajos de Anthony en pintura y arquitectura.

Lorenzo Quinn estudió en la Academia Americana de Bellas Artes de Nueva York, con intención de convertirse en un pintor surrealista. Sin embargo, a los 21 años decidió que su futuro estaba en la escultura, que era un terreno que podía acomodar mejor su energía y originalidad. Recuerda con total claridad el momento de 1989 en el que sintió que había creado su primera obra de arte genuina: “Había hecho un torso a partir del dibujo de Adán de Miguel Ángel… Un trabajo artesanal…. Tuve una idea, empecé a cincelar y Eva salió del cuerpo de Adán… Había empezado como un ejercicio puramente académico, pero se había convertido en una obra de arte”.

En 1988, Quinn se casó con Giovanna Cicutto y cuando nació el primero de sus tres hijos decidió dejar Nueva York —un lugar que “pone a prueba tus valores humanos”— y establecerse en España. “Elegimos España por su carácter latino, su fervor… Por la forma en que se valora a las personas y a la familia y su gran trayectoria artística”, comenta.

En la veintena, Quinn tuvo una breve carrera como actor; trabajó, por ejemplo, al lado de su padre en Stradivarius (1989) y realizó una aclamada actuación como Salvador Dalí. Sin embargo, no disfrutaba con esa profesión y decidió concentrarse exclusivamente en la escultura.

Las ideas creativas de Quinn surgen con la rapidez de una chispa: “La inspiración llega en una milésima de segundo”, dice, ya que la observación de la energía cotidiana que llena la vida lo invade de la necesidad de esculpir. No obstante, terminar un proyecto lleva meses y tiene que tener un significado claro. Generalmente, Quinn concibe sus trabajos por escrito y el texto poético resultante se exhibe con la escultura como parte integral de la pieza, más allá de una mera explicación.

El trabajo de Quinn forma parte de muchas colecciones privadas de todo el mundo y ha sido expuesto internacionalmente durante los últimos 20 años. Entre sus encargos se halla El árbol de la vida, realizado para las Naciones Unidas y que esta organización distribuyó como sello en 1993. Al año siguiente, el Vaticano le encargó esculpir la imagen de San Antonio de la Basílica del Santo en Padua, en conmemoración del 800º aniversario del nacimiento del santo; la escultura fue bendecida por el Papa en la Plaza de San Pedro de Roma, frente a una multitud de 35.000 personas.

El arte público de Quinn incluye Encuentros, un enorme globo que encierra una mano que señala, que se dio a conocer en 2003 frente al Museo de Arte Moderno de Palma de Mallorca (España). En Birmingham, El árbol de la vida se erigió ante la iglesia de St. Martin en 2005, para conmemorar a las víctimas del bombardeo que hubo sobre la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Otras de sus obras están expuestas en el King Edward Wharf —La CreaciónVolare y Cruzando un Milenio— y se aprecia su tema característico de la mano, la forma humana y el círculo.

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